Tensión en la Frontera entre Sudán y Sudán del Sur: La Búsqueda de la Integridad Territorial

Posted on noviembre 29, 2012

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Por: Jorge Adrian Murillo Ferrer
Asistente de Investigación – Estudios Africanos
jorge.murillo@est.uexternado.edu.co

La tensión que existe actualmente en la frontera más joven de África ha generado un escenario de incertidumbre en el continente. Las ocupaciones militares llevadas a cabo tanto por Sudán como por Sudán del Sur en la zona de Abyei han generado especulaciones acerca de los intereses de las partes y lo dispuestas que estarían a iniciar un conflicto interestatal para determinar el control del territorio. Con relación a este último punto, la prensa internacional ha resaltado la importancia del suelo en esta región debido a la existencia de grandes reservas de petróleo que sugieren que el dominio sobre éstas sería clave a la hora de determinar una solución diplomática de la tensión. No obstante, este artículo pretende demostrar que la tensión estaría presente en Abyei con o sin la existencia del recurso. Aunque el interés por explotarlo ha logrado explicar la naturaleza del conflicto sudanés – esto es, previo a la secesión -, esta lógica no es suficiente para explicar las características de la tensión existente entre ambos Estados – es decir, después de la secesión -. Lo que realmente motiva las confrontaciones es un proceso natural de secesión que, en el caso particular de Sudán y Sudán del Sur, está guiado por el interés de ambos países por fortalecer su gobierno y garantizar su propia integridad territorial. Esta distinción será fundamental a la hora del desarrollo de las negociaciones. La explotación del petróleo, aunque importante, no es lo que determina la dinámica de las tensiones a diferencia de la necesidad de certidumbre e integridad territorial.

La separación entre Sudán y Sudán del Sur es consecuencia de un conflicto cuya naturaleza ha sido bastante estudiada por los teóricos. Las condiciones para su existencia han sido descritas por autores como Humphreys quien sugiere que los países cuyo bienestar depende ampliamente de la exportación de commodities, son también bastante propensos a experimentar guerras civiles, más aún en los casos en que la exclusión étnica y política se convierten en una excusa para que el gobierno pueda explotar con mayor facilidad el recurso sin verse obligado a redistribuir las ganancias con la totalidad de la población[1]. Además, como lo sugiere Renner, recursos como el petróleo benefician el mantenimiento de las élites políticas pero también pueden convertirse en un aliciente para la aparición de grupos rebeldes con ambiciones de reivindicación política mediante la secesión[2]. Esta pretensión, claro está, sólo tendrá éxito en la medida en que se logre tener control del recurso. La teoría descrita anteriormente, conocida como «la maldición de los recursos naturales», es bastante clara respecto a la naturaleza de los conflictos existentes en África en casos como el conflicto del Delta de Níger, el uso de los ingresos del petróleo para luchar contra la UNITA en Angola, la guerra civil en Chad, entre otros.

Teniendo en cuenta la reivindicación[3] como uno de los siete mecanismos que Humphreys propone para explicar la aparición de grupos rebeldes interesados en el control de recursos naturales presentes en una nación, el conflicto sudanés puede ser claramente analizado. La reivindicación sugiere que la aparición de un grupo rebelde está motivada por la recuperación y/o el reconocimiento de una serie de derechos que le han sido negados en un proceso del cual hizo parte. El autor explica que existen cuatro variantes para su aplicación.

En primer lugar, se determina que los países con dependencia media en la explotación de recursos naturales pueden experimentar inequidades transitorias en el proceso de desarrollo, lo que implica la mejoría de la situación de bienestar de un grupo poblacional sobre el otro. En segundo lugar, las economías que dependen de esta dinámica pueden ser muy vulnerables a los shocks relacionados con el comercio, por lo cual podría generarse insatisfacción dada la inestabilidad reinante. Tercero, el proceso de explotación del recurso podría generar una serie de perjuicios a la población como la migración forzosa que se agrava cuando su derecho de permanecer en la tierra no es recompensado. Y cuarto, la redistribución de las ganancias producidas por la explotación del recurso puede presentarse de manera injusta.

La evidencia respecto a la primera, segunda y tercera variables es clara. Sudán es uno de los países menos desarrollados del mundo pero con una alta capacidad de producción y exportación de petróleo, principalmente hacia países como China, Japón e India[4]. Tiene un líder controversial, Umar Hassan Ahmad al-Bashir, solicitado por la Corte Penal Internacional para que responda por la presunta responsabilidad en crímenes de lesa humanidad que se han cometido en los conflictos de las regiones de Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul; todos relacionados directa o indirectamente con el interés del gobierno por explotar el petróleo sin tener en cuenta las necesidades de la población. La redistribución de las ganancias es injusta;  aquellos que se han favorecido pertenecen a la élite política que es en su mayoría árabe – musulmán y se sitúa en el norte del país, mientras que los habitantes del sur, que solían ser una mezcla de cristianos y animistas, permanecían en condiciones desfavorables. Así, se dio el aliciente para la aparición de un grupo rebelde abanderado de la idea de secesión, el Sudan People’s Liberation Movement (SPLM), consciente de que en el sur del territorio se encontraba el 75% de las reservas petroleras de la nación[5].

Ubicación de Kordofán del Sur y el Nilo Azul (Blue Nile) en el mapa de Sudán (Fuente)

Todo esto arroja como resultado la situación actual, es decir, la secesión de Sudán del Sur a partir del 9 de julio del 2011 teniendo como antecedentes un referendo auspiciado por la comunidad internacional y la firma de un acuerdo de paz en 2005 conocido como The Comprehensive Peace Agreement (CPA). El CPA agrupa una serie de acuerdos y protocolos para establecer los términos de la secesión, es decir, establecer las fronteras, acordar la repartición de los ingresos obtenidos de la explotación del petróleo y conformar de manera conjunta la administración de los territorios que permanecen en disputa.

Dentro de este acuerdo se entiende que se respeta la integridad territorial de cada Estado y se hacen las divisiones teniendo como referente las fronteras sudanesas de 1956. También se acuerda que Abyei  (zona con reservas del crudo) es una región cuya pertenencia aún no ha sido determinada, por lo cual será desmilitarizada y administrada de manera conjunta con el apoyo de la Fuerza Interina de Seguridad para Abyei, conformada por tropas etíopes[6], hasta que se dé el pronunciamiento de la corte de arbitramento internacional. Con respecto al petróleo, teniendo en cuenta que Sudán del Sur tiene tres cuartas partes de las reservas de ambos países pero no cuenta con salida al mar y es a lo largo de Sudán que se encuentran construidos los oleoductos y la infraestructura para la explotación del crudo, se determina que los ingresos generados por la exportación del mismo será repartido de manera equitativa[7].

De esta manera, los mecanismos para mantener una relación estable entre Sudán y Sudán del Sur no sólo fueron establecidos sino que parecen estar claros. Aún así, el conflicto persiste. A principios del 2012 Sudan del Sur acusó al gobierno de al-Bashir de realizar bombardeos más allá de la frontera para evitar el control sursudanés sobre los campos de petróleo. En respuesta, en el mes de abril el SPLM con el presidente Salva Kiir a la cabeza, tomó control militar de la región de Heglig, violando la frontera sudanesa. Ambos, en clara violación del Derecho Internacional, pretendieron disputarse el control de Abyei a la fuerza, utilizando estrategias militares y financiando y dotando de armamento a grupos rebeldes presentes en territorio enemigo.

Ubicación de la región de Heglig en la frontera entre Sudán y Sudán del Sur (Fuente)

¿Acaso ninguno será consciente del alto grado de interdependencia que los une? Sudán ha perdido la mayoría de sus reservas de petróleo y tendrá que fortalecer su desempeño en la agricultura, sector que emplea el 80% de la fuerza laboral y aporta una tercera parte de su PIB[8]. Con el fin de mantener la inversión extranjera que representa el 24.6% del PIB, el gobierno de al-Bashir entra en una urgencia por establecer las condiciones necesarias que permitan mantener la producción y las utilidades de las refinarás de petróleo. Por otro lado, Sudán del Sur se presenta como un país cuyo presupuesto depende en un 98% de la explotación del crudo, actividad que no puede realizar por sí mismo. Su prioridad se enfoca en iniciar la construcción de refinerías y oleoductos propios y la primera propuesta va desde Juba hacia Lamú, Kenya[9]. Sin embargo, enfocar los esfuerzos en la construcción de estos medios para la explotación de petróleo resulta tener un costo mucho más alto mientras el gasto militar aumenta para cuidar la frontera.

Desde esta perspectiva el conflicto no trae ninguna ganancia. Aunque se asuma una visión    realista de las relaciones internacionales y se reconozca que la obtención de territorio (haciendo referencia al control de Abyei) implica un aumento de poder, la situación en términos de interdependencia para la explotación del mismo y la repartición de ganancias no cambiará en el corto plazo. Por tanto, aunque «la maldición de los recursos» resulta ser adecuada para explicar ciertos aspectos del conflicto en la frontera, no justifica los alcances que tendría una confrontación militar que bajo ninguna circunstancia sería tolerada por la comunidad internacional. De esta manera, hay algo más de fondo que el sólo hecho de rescatar una porción de las amplias reservas existentes, hay un simbolismo en las acciones de cada líder político y sus élites. Sólo de esa manera podrían explicarse medidas tan descabelladas como la que tomó Salva Kiir en enero de este año, que al frenar la producción total de petróleo, pretendió someter al gobierno de Al-Bashir y mostrar su «compromiso» de negociar ante la comunidad internacional[10].

La tensión en la frontera no es una inevitable escalada de un conflicto centrado en la posesión de recursos naturales; es una consecuencia misma de la secesión y del interés de los líderes políticos por mostrarse más fuertes que el otro, ganando legitimidad en cada uno de sus Estados. Jaroslav Tir contempla ésta y otras situaciones que se pueden presentar durante la etapa de post-secesión. Su primera hipótesis asegura que aquellos Estados que se han visto involucrados en un proceso de secesión y aún tienen disputas territoriales, tendrán más tendencia a enfrentarse militarmente que aquellos que sí lograron resolver la repartición territorial[11]. El cambio de la dinámica es sutil pero significativa ya que no versa sobre la posesión del recurso en sí, sino de la integridad territorial de cada uno. La declaración del gobierno sudanés puede dar fe de lo anterior ya que retiró sus tropas de la región de Heglig a petición de la ONU y el 16 de junio afirmó que su condición para negociar es el respeto por las fronteras establecidas a partir de 1956, las cuales no establecen la pertenencia sobre la zona de Abyei.

Tir también argumenta que aquellos Estados que estuvieron involucrados en una secesión que se desarrolló de manera violenta, tenderán a mantener confrontaciones militares en el futuro[12]. Hay que tener en cuenta que aunque hubo referendo, éste no se ha llevado a cabo en la zona de Abyei aunque sí haya sido contemplado para enero de 2011. Abyei debía definir si quería pertenecer al Sur o permanecer en Sudán, pero la realidad es que con la tensión militar en la zona, como ya advirtió la ONU, sólo se generaría una serie de a-patrias que están sufriendo las consecuencias. Además, la guerra civil que libró el SPLM para lograr la secesión dejó más de 2’200.000 muertos y una serie de resentimientos étnicos (en cuanto a la división norte/sur – Musulmán/cristiano) que sólo serán saneados hasta que un proceso de aplicación de justicia se lleve a cabo. Aunque la tensión no gire en torno a la identidad, es claro que ésta puede actuar como un catalizador, siendo manipulada por los líderes políticos para ganar respaldo en la lucha contra aquél definido como enemigo.

En conclusión,  se puede entender la tensión en la frontera como un asunto que va más allá de la presencia de petróleo en la zona de Abyei. Hay una lucha de élites políticas urgidas por recuperar o ganar la legitimidad al interior de sus naciones y hacer respetar la integridad territorial. Hay un interés natural del Estado secesionista por ganar un poco más de lo que ya tiene, y del Estado rump por recuperar un poco de lo que ya ha perdido. Hay una élite política sudanesa en búsqueda de dignidad y una sursudanesa que quiere probar de lo que es capaz. Lo cierto es que difícilmente alguna llega representar lo que la población realmente quiere. No pasa en Sudán que a pesar de la secesión mantiene crisis humanitarias tan graves como la presente en el Darfur, ni parece suceder en Sudán del Sur que tras cumplir un año de independencia presenta graves problemas de corrupción e índices de educación críticos (cerca del 70% de los niños entre edades de 6 y 17 años se encuentran sin escolarizar)[13].

Tal parece que lo que afirma Stiglitz es real: «los países pobres pero ricos en recursos naturales tienen dos problemas para superar la “maldición” de los recursos. El primero consiste en obtener el mayor valor posible por sus recursos. La corrupción política y sus incapacidades negociadoras hacen que en muchos casos esos países pierdan, a manos de empresas multinacionales, rentas que les corresponderían. El segundo problema es cómo gastar bien los recursos obtenidos. El dinero que se gana fácil se gasta fácil; y de la peor manera cuando la política es dominada por criterios populistas»[14].

Es tiempo de que ambas élites políticas dejen de mirar hacia el otro polo y den un vistazo a sus espaldas. Los índices de pobreza y las crisis humanitarias son imposibles de ignorar para ambos casos, e innumerables casos en el continente africano han demostrado que la explotación de un recurso no necesariamente cambia esta situación, es más, en muchos casos la agrava. Es hora de plantear otra estrategia ya que, como dice Friedman, «La experiencia mundial es abrumadora y muestra que los países pobres pero con rentas importantes de sus recursos naturales, ni se desarrollan ni adhieren a democracias genuinas. La principal razón es que esos países no incentivan la cultura del trabajo, pues resulta más atractivo participar de la puja por, y vivir de, esa riqueza fácil»[15].

La presión internacional ejercida por la ONU y la Unión Africana ha hecho que tras meses de hostilidades las negociaciones se reanudaran en Addis Abeba. Una ruta de acción de 7 pasos propuesta por el organismo africano y respaldada bajo resolución 2046 del Consejo de Seguridad de la ONU es lo que actualmente sostiene los diálogos entre las partes[16]. El plazo de las negociaciones está dado hasta el 2 de agosto y el Consejo ha advertido que de no mostrar disposición para generar una solución en el período de tiempo establecido se hará uso de sanciones contempladas en el capítulo VI de la Carta en la medida en que la situación en la frontera representa una amenaza para la paz en la región.


[1] HUMPHREYS, Macartan. “Natural Resources, Conflict, and Conflict Resolution: Uncovering the Mechanisms”. The Journal Conflict Resolution, Vol. 49, No. 4.  August 2005. Disponible en: http://www.jstor.org/stable/30045129

[2] RENNER, Michael. “La Nueva Geopolítica del Petróleo”. Revista Development No. 49. Society for Internacional Development, 2006. Págs. 56 -63.

[3] HUMPHREYS, Macartan. “Natural Resources, Conflict, and Conflict Resolution: Uncovering the Mechanisms”. The Journal Conflict Resolution, Vol. 49, No. 4.  August 2005. Pág. 511.

[4] Central Intelligence Agency. Sudán. Consultado el 13 de Julio de 2012. Disponible en: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/su.html

[5] MOLANO, Eduardo. “¿Feliz aniversario para Sudán del Sur?”. Noticias ABC.es. Publicado el 9 de Julio de 2012. Disponible en: http://www.abc.es/20120709/internacional/abci-sursudan-aniversario-independencia-201207071751.html

[6] “Temporary Arrangements for the Administration and Security of the Abyei Area”. Addis Abeba, Etiopía. 20 de junio de 2011. Pág. 2. Disponible en: http://www.smallarmssurveysudan.org/pdfs/facts-figures/abyei/Addis-Ababa-Agreement-20062011.pdf.

[7] “The Comprehensive Peace Agreement”. Guiding Principles for sharing Oil Revenues. Pág. 54. Disponible en: http://unmis.unmissions.org/Portals/UNMIS/Documents/General/cpa-en.pdf

[8] Central Intelligence Agency. Sudán. Consultado el 13 de Julio de 2012. Disponible en: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/su.html

[9] BBC. “South Sudan shuts oil output amid export row with Sudan”. Publicado el 29 de Enero de 2012. Disponible en: http://www.bbc.co.uk/news/world-africa-16781592

[10] GETLEMAN, Jefrrey. “Status Quo Between 2 Sudans is not quite Warm not quite Peace”. The New York Times. Publicado el 31 de mayo de 2012. Disponible en:  http://www.nytimes.com/2012/06/01/world/africa/sudans-caught-in-tense-cycle.html

[11] TIR, Jaroslav. “Keeping the Peace after Secession: Territorial Conflicts between Rump and Secessionist States”. The Journal of Conflict Resolution. Vol. 49, No. 5 (Oct. 2005).  Pág. 719.

[12] Ibíd. Pág. 722.

[13] MOLANO, Eduardo. “¿Feliz aniversario para Sudán del Sur?”. Noticias ABC.es. Publicado el 9 de Julio de 2012. Disponible en: http://www.abc.es/20120709/internacional/abci-sursudan-aniversario-independencia-201207071751.html

[14] TEIJERO, Mario. “La Maldición de los Recursos Naturales”. Centro de Estudios Públicos. Publicado el 8 de Febrero de 2007. Pág. 2. Disponible en: http://www.cep.org.ar

[15] Ibíd. Pág. 2.

[16] Naciones Unidas, Consejo de Seguridad. Resolución 2046 de 2012. Aprobada el 2 de mayo de 2012. Disponible en: http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=s/res/2046%20(2012)